Aquel griego sutil que amputó la cola a su perro en un rapto de irónico buen humor, no adivinaba quizá en toda su magnitud el significado profundo, con proyecciones espirituales, que ese apéndice carnoso y peludo tiene en relación con la vida de los animales superiores.
En la cola reside indudablemente el equilibrio físico, y yo creo que también el sentido del equilibrio intelectual de los mamíferos. Me dicen que un pobre perro sin cola es incapaz de pasar un puente estrecho; esto, aun cuando no fuera cierto, es verosímil y lógico. La cola es para el animalillo como la palanca que el bailarín lleva en la cuerda y que le ayuda a distribuir las fuerzas y los pesos, cuando el cuerpo va a inclinarse demasiado a un lado o a otro. La palanca es la cola del bailarín; le infunde confianza, le encuentra no sé qué invisibles puntos de apoyo en el espacio y lo guía a lo largo de la cuerda, sin que se interrumpa esa situación sutilísima y matemática que llamamos equilibrio.
Ahora bien: un perro sin cola es, además, el pequeño ser melancólico y chiflado por excelencia; ambulante y lleno de leves caprichos, parece que un eje secreto se ha roto en él, que falta a su vida una dirección precisa y ordenada, que su existencia ya no tiene razón de ser porque ha perdido su fin ideal. No me extrañaría que ese perro se hiciera misántropo y hasta que empezara a elucubrar teorías metafísicas y a preguntarse qué puede haber más allá de la vida y cuál es el principio y el fin de las cosas. Claro: el infeliz ha perdido el sentido del equilibrio intelectual, se ha desorbitado, es casi un hombre….
El resto de este bello texto (pura filosofía), en este enlace, que encontré: